Nadie gana...

Bajo sus pies, jirones de hojas otoñales se congelaban en la nieve. Había oscurecido y aunque la tormenta comenzaba a amainar el bosque se volvía cada vez más frio.
Aunque ella no sentía frio.
Tampoco le importaba la oscuridad, sus pupilas se abrieron completamente, recogiendo diminutas partículas de luz que habrían sido invisibles para ella antes.
Distinguió con toda claridad las dos figuras que forcejeaban bajo el gran roble.
Una tenía una oscura cabellera espera que el viento había revuelto y convertido en un alborotado mar de olas.
Era ligeramente más alta que la otra, y, aunque no podía ver su rostro, en cierto modo supo que sus ojos eran verdes.
La otra tenía el cabello oscuro también, pero era más liso y fino, casi como el pelaje de un animal.
Sus labios estaña tensados había atrás, mostrando los dientes con furia y la gracia perezosa de su cuerpo estaba reunida en la pose agazapada de una pantera, sus ojos eran negros.
Al verlos forcejear de ese modo, se peguntó quien ganaría, aunque, de rara forma supuso que el segundo era más fuerte y, por lo tanto, el que ganaría.